martes, 27 de octubre de 2020

LAS RASGADAS VESTIDURAS DE LA INACCIÓN

La transitoriedad de la disposición se entiende en el contexto socioeconómico  y político del presente; más la coherencia es un fundamento de convicción que va más allá de lo circunstancial, son las circunstancias propias de lo individual las que alcanzan inevitablemente  lo colectivo incidiendo en la realidad, propiciando así la aparición de paradigmas que atentan contra la sostenibilidad de lo bueno, y por ende necesario. 

En términos de autoconocimiento el hecho de no ver lo dañino, lo no conveniente, lo improductivo y sus recurrentes efectos contrarios a los propósitos declarados, esto es evidencia de una amarga y enfermiza relación que desemboca con fuerte centrifuga en un espiral del que cada vez será más difícil de salir, y cada vez hay menor espacio de maniobra, caldo de cultivo séptico que sostiene el shock, que en sí mismo que amenaza con  detener  los signos propios de la vida.

Así amanece un nuevo periodo con miles de túnicas rotas argumentando compromiso, amor, solidaridad, responsabilidad, simpatía, ser los mejores, ser especiales, ser superiores entre otras expresiones incoherentes refugiadas en la inacción, pretendiendo justificar que en los últimos años no ha existido oportunidad de contribuir en forma alguna con la estabilidad de los signos vitales de aquel organismo que anhela y lucha por salir de la sepsis, donde se focalizan no menos de 5 centros ya en franco compromiso, indicando insistentemente la necesidad de tener que proceder a la extirpación quirúrgica, que aun cuando traumática, difícil y ciertamente riesgosa se hace por demás necesaria. Peor aún se susurra abiertamente frente a agobiado enfermo, lo grave de su condición y lo poco probable de su recuperación, quizás queriendo aliviar la conciencia ante el hecho de que ha sido al menos la inacción,  otro de los elementos que alimenta las adversas circunstancias.

¿Cómo asegurar que algo de lo bueno y necesario persista en el presente y futuro?, ¿Qué juicos favorecerá?, ¿Quién elevara la vista buscando comprender?; vendrá acaso el llanto por la pérdida… seguro un poco de todo, seguramente grandes lágrimas y duraderos lamentos como suele ocurrir cuando argumentado desde la inacción rasgamos inoportuna, inapropiada y sin coherencia nuestras vestiduras.

Luis Herrera.



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